Lo más desalentador que puede tener un ser humano es perder el impulso, las emociones, todo lo que nos hace ver en cada cosa algo especial, lo más desalentador aun es esperar fenecer, desear fervientemente fallecer, así como vemos que nuestras metas perecen al sentirnos débiles, quizá en una situación nefasta que impetuosamente nos aplasta, con sus tentáculos de maldad, desaliento y frialdad.
Fenezco cada mañana con mis sueños sobre mi espalda, fenezco anhelando gritar, correr o llorar, pero ninguna emoción de estas en mi puedo manifestar, solo puedo reírme de mi mismo, de la torpeza de mis acciones, de la misma manera como un payaso a pesar del dolor que quiera expresar, tenga que decir “la función debe continuar”. Soy como ese payaso a quien quizá todos buscan para que les haga reír, pero quien realmente quisiera su dolor soltar en un profundo y agónico gemir.
Esperaría fenecer con mis sueños realizados pero fenezco viendo como me siento atropellado, muero sintiéndome que voy caminando como un cuerpo vacio, lánguido y frio, seguiré feneciendo irremediablemente, mientras pisoteen deliberadamente mis sueños y mis anhelos, tratándome como un ser pretencioso, facineroso o algunas veces odioso. Quizá lo más importante para nosotros es lograr lo que deseamos, pero que hay de los sueños de quienes consideras tus hijos, hermanos o amigos, ¿Dónde están ellos?, ¿Qué haces tú para aliviar un poco sus dolores y sanar sus frustraciones?, amigo, padre, hijo te hablo a ti, no seas ladrón, sí lo que escuchaste no creas que los sueños de tu hermano, amigo o hijo son una pretensión, ayúdale a luchar con profunda determinación, sin olvidar el ingrediente más importante, la pasión.