Perplejo quedo al ver como discriminamos creyendo que Dios no observa nada de lo que hacemos, soñamos o queremos, por eso y por otras cosas más perplejo quedo, morando asombrado entre una sociedad de muchas fierecillas, leoncillos hambrientos, sedientos, corriendo unos tras otro, afilando sus dientes, avanzando destructiva y reciamente como el viento, con la frialdad de ser seres violentos y sin saberlo del mal instrumentos.
Perplejo quedo al mirar sumergido en una profunda tristeza, sabiendo que están manchados por la sangre de la codicia, el olor tenebroso de la muerte, sin saber que allí en el accionar malintencionado por sus miedos generado, allí viviendo frente a esas actitudes están aquellos que se polimerizan con la oscuridad, oscuridad implantada por alguien ladrón de sueños asesino de ilusiones, ejecutor y pensador de la más inteligente idea de robar, matar y destruir, ese quien nos arruina una bella manera de vivir.
Perplejo quedo al darme cuenta que estamos frente a una absurda realidad que solo nosotros mismos podemos cambiar, enfrentándonos a todo lo que nos corroe, fuéramos capaces de esto si muchos decidiéramos arrancar el mal que esta plantado en nuestros corazones, a través de una sangre que nos purifica, transformadora y sanadora, esa sangre que broto del padre, el hijo, el hermano y el amigo, ese que ha estado siempre contigo.
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